En muchos países de la región iberoamericana, la biomasa supone más del 30% del consumo energético nacional. En los países industrializados, el consumo de biomasa energética suele ser muy inferior, por la contribución predominante de los "combustibles fósiles". Tal situación tuvo un punto de inflexión en la década de los 70, con la primera crisis del petróleo, que permitió dejar en evidencia la insostenibilidad de un modelo basado en el uso casi exclusivo de los combustibles fósiles.