Pensar el mundo a través de lenguas diversas es fuente indiscutible de riqueza, conocimiento y crecimiento personal. No en balde, en plena Sociedad del Conocimiento el aprendizaje de lenguas se ha convertido más que nunca en un imperativo ético que deben atender los sistemas educativos si desean velar por una formación integral y de calidad de la ciudadanía.