El espectador de los años veinte de este siglo disfruta de una dieta audiovisual a través de una libre elección entre una amplia oferta que debido a la convergencia digital ya no distingue de la experiencia y el formato cinematográfico y el televisivo, sino que consume un amplio abanico de historias audiovisuales en complejos y extensos mundos de ficción. Lo digital ha aventado los materiales audiovisuales tradicionales como un tornado o un agujero negro para reconfigurarlos en otra dimensión espacial de los mundos de ficción.