SINOPSIS
La aparición de Dios en las pantallas es tan antigua como el cinematógrafo, y su representación ha dependido no solo de la conveniencia circunstancial que necesitaran los intermediarios del poder divino en la Tierra para sus ambiciones religiosas, sino de la propia evolución tecnológica del invento. Cuando el cine hubo extendido suficientemente las enseñanzas religiosas, algunos cineastas utilizaron este arte para tratar su particular relación con Dios, de manera que la cámara, dotada aún del elemento mágico que fascinó en sus orígenes, facilitó dar forma a un pensamiento que ha trascendido en algunos casos a su propio trabajo mediante una influencia intelectual dentro de la sociedad.